martes, 23 de octubre de 2012

La culebra


Aquí el texto que leí en la presentación de Paraísos.


Cruzar el desierto así descalzo
No es la mejor opción
Aconsejan usar botas de caña larga
Y jeans de tela cruda
Por las dudas y las culebras
Aconsejan llevar agua, brújula, antídotos
Y anteojos oscuros
Por la luz mala  
Que te encandila y te ciega de pronto
Recomiendan también no alejarse del sendero
Mantenerse erguido, la coronilla en el cielo
Y la mirada al frente
Allá en el monte de palmeras flacas
Donde el río se empantana
Pero yo no había tenido una noche cualquiera
Me la había pasado tratando de dar besos
De todas las maneras
Y me había quedado casi siempre en los preliminares
Entre metáforas y hombros
Entre helados y alucinaciones
Chupando el aire y en el mejor de los casos un dedo gordo
Me la había pasado con la boca abierta
Ahuyentando búfalos con la lengua
Desde adentro, para afuera
Como un sapo cazador  
Tímido, desaforado
Antes, en el fogón, hubo canciones y vino espumante
Que habíamos traído de contrabando
Pensando en el futuro
Hasta que alguien alertó: ¿Escucharon esos ruidos?
¿Chacales, maestros, violadores?
Se generó un pánico oportuno
Que encontró solución en el amontonamiento
Dentro de las carpas nos dedicamos mil horas a entreverarnos
A trabar codos, a chocar tobillos, a acribillar luciérnagas
Ahí se dijo de todo, las gargantas a cuchillo
Se dijo: Zarpado, triste y amoníaco
Loco, choto, separación
Se dijo también: Trola, muerte y planetas
Algunos, olimos sangre fresca por primera vez
Otros simularon un sueño pesado
Nadie se atrevió a salir antes del amanecer
Por temor a los búfalos
Que inventados y todo
Dejaron sus excrementos al pie de las estacas
Entre tanto y para siempre  
Yo me había enamorado
Por eso me lancé al desierto así descalzo
Hirviendo como nata
Olvidado del tiempo
Desoyendo todos los consejos
Y en el centro de la nada
Todavía lejos de esas palmeras
Que engordan y enrojecen
Como demonios tropicales
Me convierto en una bola de tentaciones
Una bola azul, frívola, sentimental
Y me agarran unas ganas locas de escribir
Su nombre, mi nombre, todo lo que venga
Entonces, en este instante preciso y duradero
Me doblo, me acuclillo
Para recoger una rama del color de la arena, a rayas
Una vara que me guíe, me consuele
Me sirva de puntero
Pero no es rama ni arena lo que agarro
Me doy cuenta tarde
Sino una culebra, demasiado bien camuflada  
Que pasa de estática a frenética
Y se ata a mi mano como una lanza de goma y miel
La sacudida es tremenda, necesaria
Y ya no nos vamos a poder soltar
Aunque quisiéramos
Mientras que mi piel no se caiga entera
Y ella no cambie todas sus escamas